La arqueología es un invento europeo que se proyectó como disciplina científica de carácter lineal -muy influida por la filosofía del colonialismo europeo de finales del siglo XIX- coincidiendo con los grandes descubrimientos, la descubierta y el desarrollo posterior de las técnicas de trabajo de la arqueología moderna. Al margen de que ha sido y es una disciplina científica que nos permite acercarnos al pasado de la humanidad y en gran medida acercarnos civilizaciones desaparecidas y olvidadas, -que son nuestras raíces más inconscientes y saber de dónde venimos y hacia donde podemos ir- no debemos de perder de vista que el tipo de arqueología de un determinado pueblo o cultura, siempre está fuertemente ligado con la percepción del tiempo o de la imagen cultural del mismo.
No obstante, he de hacer una advertencia previa que periódicamente iré recordando: toda actividad intelectual posee una filosofía determinada, una teoría sobre el ser y el destino, fundamentada en hechos demostrables en el contexto social, cultural y científico del momento y una teoría del conocimiento adquirido, motivada por la experimentación de los hechos, las hipótesis del momento y la situación. Así mismo la exploración científica y las disciplinas que ha ido aportando a la humanidad se basan de estos principios fundamentales, obrando de entre los mismos, cuatro principios generales en la misma consonancia: mutabilidad, compatibilidad con el grueso de los conocimientos precedentes, intersección parcial con otras disciplinas científicas y un control por parte de la comunidad científica, indistintamente de la filosofía imperante -conductual, sistémica, etc…- Además hay otra condición esencial para que una cierta disciplina tenga la consideración de ciencia y es que cuando una teoría basada primeramente en una hipótesis que muta a una disciplina, tras la comprobación de unos hechos determinados – y por tanto suplantando, eliminando o comprobando la hipótesis previa – esta no puede ser tan obvia ni tan extravagante que rompa con los conocimientos previos de la disciplina, comportando un proceso de investigación y metodología que pueden ocuparnos décadas como es el caso de la arqueología, una de las mejores disciplinas científicas para acercarnos a nuestros orígenes.
¿Porque hacemos esta advertencia previa? Porque debido a la aparición y proliferación de diversas pseudociencias, tenemos una tendencia humana a aceptar las mismas, como rebelión contra unos postulados más o menos rígidos e inamovibles -y en ese caso la comunidad científica debería hacer un esfuerzo para no perder de vista los postulados filosóficos que han facilitado los orígenes de la ciencia y la huida del oscurantismo- al margen de que nos prometen un conocimiento determinado en unos pocos días. En cambio, el camino a la verdadera ciencia nos puede llevar toda una vida, aunque solo sea por el voluminoso bagaje científico que conlleva la experimentación. Otra condición esencial de la ciencia es que esta ha de usar o alimentar otras áreas de investigación – en concordancia con el enfoque sistémico – Por ejemplo, ¿qué disciplina investiga la distribución de la riqueza? ¿La sociología, economía o ambas? Debida a esta superposición y su interacción parcial, el conjunto de las mismas ya es un sistema en sí…
La cuarta condición es relativa al control de la comunidad científica. Ello no significa que exista una serie de supervillanos o una clase determinada que para perpetuarse a sí misma cierre las puertas del conocimiento, sino en cambio podríamos definirlo como un trabajo determinado con sus inhibiciones y estímulos que nos lleva a unos descubrimientos determinados y sus problemas, pidiendo aportaciones exteriores y críticas constructivas a dichos trabajos, opiniones y sobretodo cooperación, que provoca un mecanismo de resolución de problemas, control y difusión de resultados contrastados, convirtiendo a su vez la investigación científica en una empresa que se auto-cuestiona, se auto-corrige y se auto-perpetúa, al menos en teoría. Por el contrario las pseudociencias violan al menos una de las condiciones anteriores, con tratamientos de la información contradictorios e ideas poco claras y concisas, asumiendo hechos imaginarios como reales y sin base alguna de hallazgos o comprobaciones científicas, sin evolucionar desde el lanzamiento de una determinada técnica o idea y cuando aparentemente lo hacen, sus cambios no provienen de investigación científica alguna, intentando eludir las críticas y consolidar la creencia a veces incluso de forma autoritaria o manipuladora.
Con respecto a la arqueología hemos visto en las últimas décadas gran parte de problemas derivados por lo anteriormente expuesto, que sumados a la rigidez e inmovilismo de gran parte de la comunidad científica tradicional – ”la historia empezó en Sumer” – ha propiciado la aparición de diversas pseudociencias camufladas de investigación arqueológica, que más que acercarnos a una realidad y a una aportación, han motivado precisamente lo contrario: hacer caer en contradicciones y oscurantismos diversos descubrimientos arqueológicos de especial relevancia. Juntamente con el concepto científico de fundamentar el estudio del pasado por los restos materiales dejados, sin entrar en otras dimensiones humanas vinculadas en esencia con el ser humano.
En esencia pienso que la arqueología debería llegar a un conocimiento empírico del alma, ya que la pasión por descubrir el pasado mediante las ruinas y los ensueños pasados no solo tiene exclusividad de rigor científico, sino también con la esencia de nuestra alma y de cómo pensábamos, amábamos y moríamos… es decir, no solo construir materialmente las civilizaciones perdidas, sino darle una dimensión psicológica y sociológica mediante el descubrimiento de la humanidad más antigua que habita en nuestra Psique, de nuestro pasado remoto, de nuestra porción de personalidad intemporal. De hecho, el antropólogo francés Lucien Lévy-Bruhl también comentó que para nosotros el trasfondo del tiempo denominado historia, es una institución de nuestra mente con la que estamos familiarizados, a cuál es casi imposible imaginar sin una inteligencia humana que carezca de ella.

Otra de sus aportaciones, fue la expresión de “fase extra-temporal del tiempo” para referirse al concepto mítico del tiempo que tenían los pueblos primitivos… -”los mitos australianos y papúes se ajustan a ciertas percepciones generalizadoras que gobiernan la interpretación del tiempo y del lugar”- Desde su punto de vista coincidente con nuestra visión, el lugar sagrado en el paisaje también se recrea en un tiempo mítico, fuera de nuestra división lineal del tiempo y los acontecimientos – recordar el concepto en espiral de la sucesión temporal- No son simples lugares con su historia, sino acontecimientos que se reconstruyen de manera cíclica en función de nuestro espacio y lugar temporal.
Comentario adicional de reflexión del autor… Quizá un ejemplo para aproximar esta concepción lo encontramos en nuestro marco cognoscitivo occidental mediante el uso de substancias o agentes psicodélicos. No se trata de colocarnos o experimentar aspectos propios de la psicodelia de los años 60 del pasado siglo, sino de entender por qué algunas culturas tradicionalmente depositaban el conocimiento de su historia en la imagen del hechicero/a y/o chaman, el cuál usa plantas psicoactivas para ayudar a la tarea, obviamente entrando en un estado alterado de conciencia y utilizando las mismas como vehículo para viajar a otras percepciones y seguro de vida para volver a su mundo y su tiempo. Digo entender, porque para ello no es necesario exclusivamente experimentar y probar substancias psicodélicas, sino acercar una percepción a la misma forma de entender la utilización de ellas, -la visión del pasado mítico- en función de los parámetros expuestos, evitando encuentros nefastos con dichas substancias de la mano de “chamanes” e “iluminados” de diversa índole, que han encontrado un campo de mercadeo económico, mediante la utilización de las mismas en “terapias” de diversa índole…

Como consecuencia de todo ello, el sentido que damos a la disciplina de la “arqueología” es fruto de nuestra visión del mundo, al igual que la visión actual de la misma -como una disciplina científica, pero con una marcada filosofía y metodología occidental- Si como paso previo nos interesamos en conocer los orígenes de la arqueología moderna y como se ha llegado a los grandes descubrimientos y reconstrucción cultural e histórica, probablemente veremos cómo hemos forjado nuestra relación cultural con el pasado y a partir de aquí, podemos ajustar la arqueología a nuestras perspectivas, con la finalidad de ampliar nuestra compresión de los antiguos lugares sagrados, porque fueron construidos y con qué finalidad fueron utilizados por gentes que actuaban más cerca de una visión mítica de la historia y el mundo, que nosotros en la actualidad.
Así tenemos que en Occidente durante décadas, la historia se interpretó en los términos de los autores clásicos -Herodoto, Dioro de Sicilia, Jenofonte, etc…- la Biblia -antiguo y nuevo testamento de los evangelios- las leyendas -ciclo Artúrico, Gargoris y Habidis, etc…- Sin embargo las gentes que vivían en el entorno rural de proximidad, conocía los lugares que había en el paisaje y recurría a los mismos en relación a las vicisitudes cotidianas, representando inconscientemente una historia secreta del lugar – por ejemplo la tradición de remontar como época más remota al tiempo de los romanos o de los moros- y vinculándola de forma más estrecha a la dimensión humana de los lugares sagrados y prehistóricos.

El modelo arqueológico actual es consecuencia de la aplicación de diversas técnicas y disciplinas de la arqueología aparecidas y perfeccionadas durante el siglo XX – por ejemplo, la datación por radio-carbono – y la evolución de la visión occidental heredera de la Ilustración, el romanticismo y el colonialismo europeo. Actualmente existen técnicas propias de la física, que permiten localizar la fuente de un determinado material que hay en algunos objetos encontrados en diversas excavaciones. Igualmente, métodos tradicionales como el contacto visual en paseos por el campo también han sido mejorados, incorporando equipos, medios y técnicas que hace unos pocos años eran propias de la ciencia ficción. Además, la informática se ha adaptado a la disciplina, utilizando métodos y técnicas que permiten analizar y cuantificar en tiempo real datos y permiten reconstruir lugares en función de la datación geológica o la posición de los astros del firmamento en la época que fueron creado –un ejemplo de software libre de documentación arqueológica, lo tenemos con el programa “Piedrac”- Todo ello sirve a la vez para demostrar que el enfoque sistémico que poseemos es más flexible y permite ver como la arqueología ha ido adoptando la misma para tener una descripción más amplia de un yacimiento y su relación con el entorno. De hecho, ningún enfoque exhaustivo y con sentido de la comprensión humana de la naturaleza de los antiguos lugares sagrados, puede pasar por alto la misma y utilizar los recursos que los ofrece. Pero no obstante a pesar de la gran evolución experimentada, la arqueología todavía tiende a descartar el estudio de los yacimientos fuera del marco de lo que se considera aceptable para la comunidad científica imperante.
La consecuencia es que esta actitud genera una arrogancia, unos prejuicios y estereotipos hacia otras formas de entender la misma, poniendo en un mismo saco otros medios y técnicas de investigación, junto con los conspiranoicos de los OVNIS de la antigüedad, escritores sensacionalistas de temas ocultos y demás… Ello lo único que deja entrever es que la arqueología, al margen de ser una de las disciplinas más válidas para utilizarla de vehículo de acercamiento al entendimiento previo de la dimensión de los lugares sagrados de la antigüedad, adolece de no poder ampliar sus límites a más allá de los definidos por el contexto cultural imperante, sin poder percibir ciertos enfoques debido a los propios procesos cognoscitivos herederos de la visión Europea del siglo XIX con respecto al mundo en general. Dicho de otra forma, tiene una estructura excesivamente racionalista científica, pero olvida que los lugares sagrados no fueron construidos desde esa misma visión, por lo que no percibe diversos factores afines y vinculados, pero a la vez sin una estructura racionalista.
En una próxima entrada y como pequeña guía de campo añadiré un pequeño esquema cronológico de las culturas oficialmente documentadas, de la zona donde hábito en la actualidad, desde el más remoto paleolítico hasta el inicio de la romanización -digamos empíricamente como “Provincia de Barcelona” en Catalunya-. No obstante y como advertencia, hay que tener en cuenta la existencia de restos e indicios de una o varias culturas ubicadas entre el paleolítico inferior y el mesolítico, las cuales nos han dejado algunos indicios materiales que no corresponden al estado cultural y evolutivo de la humanidad del momento, además de indicios en leyendas y tradiciones muy remotas -en este último caso, desde la perspectiva emocional y de la psique humana- Repito , es remarcable los restos e indicios culturales pero al carecer de estudios exhaustivos al respecto, por ahora ocupa la categoría de “hipótesis” a falta de una investigación que demuestre unos “hechos” contrastados. Ello a su vez entroncará con una hipótesis de un próximo artículo sobre una visión muy particular del mito de la Atlántida, o mejor dicho “las Atlántidas” …
Dedicado a Mikel Galiana Okret, amigo mio, compañero de Spain Akikai y «Padawan» de los talleres de esgrima…
