EXISTIÓ un tiempo en el que las personas sabían leer en las estrellas y el cielo era para ellos como un inmenso mapa que les guiaba a través de los ciclos de la Tierra… un tiempo en el que eran capaces de percibir a las Hadas que cuidaban de los astros, la Tierra y controlaban a aquellos seres que se asomaban en la cuna de los bebés, para desearles mayor o menor fortuna. Con el paso del tiempo y a medida que perdíamos el contacto con la Naturaleza, los humanos perdían esos dones y terminaron relegándolo al reino de la fantasía… Sin embargo, todavía hay indicios de esta época…
La mayor parte de los cuentos de hadas, suele aparecer la figura del Hada Madrina, con su huso en una mano con el que teje y desteje la vida de los personajes de los cuentos, dejando siempre un hilo suelto, a fin de que la misma tejedora no se quede aprisionada dentro de su obra… De hecho, el mensaje que da en el cuento es el mismo que nos da las tres Norns de la mitología nórdica, las triples diosas célticas o a las tres fadas romanas… son los interesados quienes tendrán que tomar dichos cabos y realizar su tejido, teniendo presentes los nudos mágicos con los que es posible anudar y desatar ciertas fuerzas… con todo lo que ello implica. Es aceptar el reto e iniciar su propia búsqueda, porque si no se está expuesto a herirse –como la bella durmiente- y caer en un profundo letargo del que solo se podrá salir con la ayuda de aquel o aquello capaz de deshacer el encantamiento.

Los cuentos de hadas son estructurados de acuerdo a un determinado ritmo narrativo, que a su vez crea un ritmo literario de carácter ternario, en donde nos hace remontar a la tríada de origen lunar y matriarcal, presente en el origen de los mitos primarios de Europa occidental y de la cuenca mediterránea y en la que la Luna llena representa a la madre y las fases creciente y declinante a los hijos. También representa tres aspectos de la mujer, en la figura de la doncella, madre y abuela para dar paso a su vez a la identificación de las fuerzas oscuras o la bruja malvada de los cuentos en la fase de Luna nueva. Hay que recordar que el número tres es la expresión del sacrificio que precede cada acto creador y por eso reaparece siempre en todas las prácticas mágicas. Ritmo literario como la vida misma –nacimiento, vida y muerte- pero también ligado al cuatro, que en el lenguaje musical y narrativo indica tres tiempos marcados y uno de silencio.
Pero aparte de las enseñanzas y el uso práctico de los cuentos de hadas, ¿hay algún recuerdo de un pasado remoto o alguna frontera oculta? ¿Porque afirmo que existió una época en que dichos personajes eran mucho más reales? Simplemente hay que recordar que la principal diferencia entre la realidad y la fantasía, es que ambas son una antítesis de ellas mismas y que en ocasiones la frontera es muy sutil…
Por ejemplo y según nuestras tradiciones occidentales, el crepúsculo indica la frontera entre dichos mundos: el feérico y el de los mortales; siendo en si el punto donde se abren las puertas de la percepción. Por eso era y es el momento indicado para narrar cuentos, al igual que la hora propicia para que se celebren otros acontecimientos de tipo mágico – teatro, circo, etc…- en los que la penumbra favorece el enlace con lo lunar, lo luminoso en el mundo de nuestro cotidiano.
Curiosamente existía en la tradición Ecland la creencia de quién participaba en una narración de un cuento por el día, narrador y los oyentes se exponían a graves infortunios, al igual que en culturas tan distantes como las culturas indias de Norteamérica, el África subsahariana o la Celtica irlandesa. Idéntico motivo les llevaba a formar un círculo protector, el cual alejaba a espíritus y seres invisibles y arropaba a los participantes al adentrarse en otros universos en los que no regían las mismas leyes que en el suyo.

Cuando comenzamos a contar un cuento, esas leyes quedan en suspenso… De ahí que se utilicen formas de entrada y de salida –de dintel y cerrojo- que abren y sellan las puertas de lo desconocido; fórmulas del tipo…. “Erase una vez” … “Hace muchos años” … “en un país muy lejano” … y las muletillas para terminar las historias… “I fueron felices y comieron perdices” … “colorín, colorado” … “y no nos dieron nada” …. De esta manera se materializaba sin peligro l@s héroe/ina de los relatos, en su búsqueda –reflejo del otro mundo de la nuestra- en donde mediante el relato de sus retos –o su alma- les permita recuperar su unidad perdida, obrándose el encantamiento y deshaciéndose de la barrera de escaramujo que rodea el castillo encantado, pudiendo franquear la barrera y abrir los ojos –despertando al ser atrapado por el encantamiento-

Todavía podemos invocar dicho mundo y hacerlo participe al nuestro… no mediante producciones o ingenios artificiales de realidad aumentada y virtual, sino recitando esos cuentos al anochecer, formando el círculo mágico alrededor de la chimenea, estufa o la mesa camilla… Lo verdaderamente importante es narrar estas historias atendiendo a la creencia de conectar con el mundo de la fantasía, a las inflexiones de la voz, sin pretensión de cambiar nada o buscar una razón o una moraleja; dejando que actúe la narración sobre quienes las escuchan… Así las hadas volverán a ser visibles, iluminando el corazón de los oyentes y liberándonos de la tiranía del tiempo…
Como dijo OBI-WAN KENOBI…. “Vas a encontrar que muchas verdades a que nos aferramos dependen en gran medida de nuestro punto de vista”
