Al considerar la creación de mitos y tradiciones, no debemos olvidar que estas se originan como fábulas que tratan de explicar algo hecho acaecido de especial importancia para una comunidad, hechos de carácter científico & tecnológico que se pierden con el transcurso de las generaciones, interpretándolas en función de la transmisión oral y del contexto del emisor de la misma y su ubicación dentro del contexto de comprensión de la comunidad y hechos que explican los orígenes del mundo, de un pueblo, de los humanos, los dioses, etc… y que habitualmente sientan las bases del comportamiento y ética de la comunidad. Conclusión: los diseñadores y transmisores iniciales de un determinado conocimiento o de determinados mitos y formas de pensamiento, formaban parte de aquellos que dominaban los aspectos religiosos, mágicos y científicos de la sociedad original, pero que con el transcurso del tiempo se añadieron nuevos elementos y dejaron de ser propiedad de una élite determinada vinculada a unas formas de religiosidad, transmitiéndose de una forma mucho más popular mediante narradores callejeros, bardos, trovadores, carboneros, leñadores, curanderos, visionarios y religiosos itinerantes, etc… y que estos a fin de garantizar la transmisión del mensaje de la forma más amena posible, embellecían las historias y destacaban los elementos más populares del momento…
Dentro de los actores que transmitieron la tradición y filosofía vinculada con los Ecland, encontramos a “bosquerons” o personas que habitaban en contacto con zonas boscosas, lo que les permitía pasar desapercibidos en tiempos de crisis y a su vez, teniendo un contacto directo con el transcendente mediante la interacción con el medio natural y el bosque en especial. Eran personas de diversos oficios, pero mayoritariamente ejercían oficios vinculados con la artesanía, la producción en el sector primario -especialmente en explotación forestal- y formas de medicina arcaica y/o curanderismo, así como en ocasiones hacían de actores y músicos ambulantes, maestros rurales, ermitaños o mucho más recientemente, con la denominación “hippies” -sin tener una vinculación directa con el movimiento, fuera de ser un foco de contacto con el exterior, especialmente con la irrupción de la corriente “neo rural” de principios de la década de los 80 del pasado siglo- aquellas personas que circunstancialmente entraban en contacto con dicha tradición, siendo en mayor o menor grado herederos de la misma.
Como he dicho anteriormente el conocimiento se transmite prácticamente oral y evidentemente incorporaba muchos elementos al conocimiento original, pero manteniendo en gran medida cohesión del mensaje original oral; tal vez porque las vicisitudes temporales no habían permitido recopilar la misma de otra forma y en según qué épocas podía constituir un peligro para la vida de los transmisores de la misma; no obstante también había una razón que personalmente la estoy incumpliendo, dado que pienso que en nuestra época actual la única forma de perpetuar la misma y incidir en los cambios de la sociedad, es adaptándose a los tiempos actuales. Se trata del primer postulado o regla que se aprendía: la materia y el conocimiento considerado sagrado se transmite oralmente afín de tener un valor ético y místico. Igualmente, y a la vez es por un tema de carácter práctico, ya que los que reciben la tradición – llamémoslos a partir de ahora “alumnos”- ejercitan la memoria y previenen diversas patologías relacionadas con la pérdida de memoria a medida que envejecemos.
Dentro de la tradición – como denominación del conocimiento, la cual a partir de ahora le llamaremos “antigua”- una de las primeras cosas que se aprendía es que existía una división marcada entre los transmisores de dicha tradición, quedando claro que había unos personajes que eran considerados como “curanders, trementaires i místics/ques” que ocupaban un escalafón similar a un “druida céltico” y que a su vez estaban ordenados por congregaciones que se reunían entre ellos alguna vez al año. Los mismos orientaban la transmisión de la tradición antigua en forma de escuelas orales, con algunas diferencias entre un curandero/a y otro/a, pero supervisando directamente ellos la selección de alumnos y la transmisión de la tradición antigua. Había lo que yo identifico un escalafón diferente en la persona de los “visionaris/es” i “endivinaires” que prácticamente venían a tener atribuciones de videncia – al igual que los “vates” célticos y a parte de los Ecland o Eclam que ya he descrito anteriormente, la figura del “cantor ambulant”, “músic poeta”, “ trovador captaire” y “bard” o bardo -tal como suena- con atribuciones propias de dicha figura, pero también como custodios de la esencia de los mitos y su interacción con las personas y el medio.
La clave substancial de la tradición antigua radica en la transmisión del conocimiento entre los seres humanos, por tanto, cada figura de las citadas anteriormente cumplía una función determinada, tanto a título individual como en relación al colectivo social. De forma genérica y a título comparativo, una de los grandes problemas de nuestra civilización es precisamente la falta de un eficaz sistema de transmisión -no hablamos desde un punto de vista tecnológico, sino sociológico- que ha provocado una perversión de los sistemas de valores sociales -ética, filosofía, política, ocio y deporte, economía, etc.…-

Todos estos valores están por encima de la educación, el cual garantiza una equidad en los valores, una justicia y sobre todo un respeto hacia la fuente del saber, que es la propia Naturaleza y su interacción con la misma. Sin embargo, la tradición antigua al basarse en la transmisión del conocimiento -no siendo por ello un sistema cerrado a evoluciones y adaptaciones de los mismos conocimientos- de forma oral, implica que el mismo no perdura en el vacío de una sola generación, sino que era un trabajo continuado entre diferentes generaciones que comparten el mismo espacio y tiempo. En toda esta filosofía, las tradiciones relativas al bosque y los árboles ocupan un valor con un fuerte simbolismo y significado, dado que mediante la interacción con los mismos, se perpetua la esencia de la enseñanza basada en el contacto directo con la Naturaleza y la importancia de la misma en el equilibrio de nuestro planeta, los seres vivos y las sociedades humanas que habitan en el mismo, siendo el quid de la cuestión frente a la inmediatez de nuestra civilización y recuperando el sentimiento de lo sagrado en una sociedad -actualmente por ello un modelo social alternativo- vinculada a la Naturaleza mediante lazos estrechos de diversa índole, en especial en el mantenimiento del respeto hacia ella, dado que la pérdida del mismo conlleva al deterioro y la pérdida de sentimiento de pertenencia , con toda la ruina moral, espiritual y física que ha conllevado -todos tenemos de ejemplos de ello en nuestra historia personal-
