En los últimos años, la verbena de San Juan -Sant Joan en Catalunya- ha estado viviendo –especialmente en las grandes ciudades- un proceso de “domesticación” que el punto final ha sido el pretexto del Covid-19 para eliminar totalmente las hogueras populares, eje central de la celebración.
A parte de las cada vez más trabas administrativas –al menos en mi país- locales y de los gobiernos autonómicos para obtener permiso – y no hablemos de la construcción espontánea de hogueras en la calle, elemento vivo y tradicional en la España Mediterránea- en nombre de una seguridad cuestionable -se aluden a aspectos tales como el cierre de calles, ruidos molestos, humo, peligro de incendio de mobiliario urbano, riesgos personales, etc… pero si precisamente una verbena popular contiene todos esos elementos!!! Siendo el propio sentido común de las personas y de la comunidad el encargado de mitigar los riesgos personales o contra el mobiliario urbano- cada vez era –y digo “era”- misión imposible tener permiso para hacer una pequeña hoguera vecinal que acogiese y dinamizase la participación de los vecinos, dentro de la hermandad e incentivo de las relaciones humanas que conlleva la fiesta.
De esta forma se ha ido acabando un espacio de sociabilización y festejo, tradicionalmente abierto, con responsabilidades y diversiones comunes y lugar donde la magia del evento se compartía y llenaba de buenas sensaciones a las personas; justo al inicio del verano.
No voy a describir aquí el origen y los elementos de su ciclo festivo, ya que de por sí sería un artículo más extenso, el cual en cambio sí publicaré en un futuro en el apartado correspondiente de esta página, sin embargo y al margen de las creencias populares y de cada uno, sí que hablo de una “magia” o expresión mágica, que llenaba esa noche –tradicionalmente la más corta del año- conectando con unos ritos y costumbres ancestrales –comunes en toda la cuenca mediterránea- y que era compartido masivamente por el conjunto de la población. Huelga decir que, desde una dimensión mágica propiamente dicha, podemos observar –al menos donde habito, en una población cercana a la ciudad de Barcelona, en Cataluña, España- que desde que se comenzaron a limitar el contexto popular de la fiesta –primero muy sutilmente a principios de los años 80 del pasado siglo y luego de una forma más descarada, sobre todo a partir de 1996, con eventos de consumo masivo en espacios privados potenciados por los mismos consistorios, o por la imposición drástica y adoctrinamiento previo de parte de la población respecto “a los peligros del fuego”- y a medida que han ido despareciendo las hogueras, ha ido aumentando la crispación, maldad y negatividad en el mundo, por lo que cabe preguntarse si la creencia popular de que el cinturón de fuego de las hogueras populares impedía realmente que “el mal” se propagara por el mundo… siempre desde una dimensión “mágica”… – y ni te cuento en la situación actual, con la imposición de una prohibición absoluta de realizar dichas hogueras, sobre todo teniendo en cuenta el eclipse anular de Sol del pasado 21 de Junio y que los magos y místicos denominan “noche oscura del alma”-
Todavía aún hay más… tienen la desfachatez de indicarnos como celebrar “verbenas virtuales”, convirtiendo la fiesta popular en una celebración de sofá, antiséptica, con pasividad y consumo como paradigma y sin actividad física o emocional alguna, además de prohibir incluso en algunos sitios el baile con desconocidos…. Vamos todo lo contrario a los valores que nos transmite la verbena, tales como correr, saltar, bailar, vibrar, sudar, emocionarse y especialmente, habrá magia o no, compartirla alrededor de la hoguera con nuestros familiares, amig@s y vecin@s….
Aprovecho para recordar que en la ciudad de Barcelona y hace unos 80 años se hallaba bajo una posguerra civil cruenta, donde la miseria y la represión campaban en la mayor parte de las capas sociales y, si hay algún lector de aquella época recordará tristemente. Era cuando la dictadura franquista se encontraba recién instaurada y en su momento de mayor poder, por lo que la represión se extendió también dentro de la cultura popular….
Empezó con la aparición de bandos de alcaldía y exigencia de autorizaciones para realizar las hogueras, a pesar de que los mismos no eran respetados y las autoridades poco podían hacer para obligar al cumplimiento –un ejemplo de resistencia pasiva que, en vez de comportarnos en la actualidad como corderos, deberíamos aprender de nuestros mayores y predecesores- Los métodos de represión fueron variando y evolucionando, incluyendo la intimidación combinada con “el dejar hacer”, la persecución directa de las comisiones vecinales de fiestas, la extinción de las hogueras por parte de los bomberos –los cuales en la mayor parte de las veces desobedecían las directrices, de no haber riesgo y se sumaban a la celebración-
A principios de los 70 del pasado siglo, en Barcelona se encendían 700 hogueras -700!!!- y con práctica totalidad sin autorización y montadas por grupos de chiquillos menores de 14 años –y doy fe porque lo he vivido en primera persona- Cuando el franquismo cayo, la entrada de los nuevos actores municipales dieron una esperanza de libertad, que se mantuvo relativamente hasta principios de los 80, donde poco a poco fueron derivando hacia un autoritarismo partidista, a pesar de que hubieron intentos por parte de técnicos municipales del consistorio que intentaron fijar puntos fijos consensuados para el encendido de hogueras o de concentrar en un punto determinado las mismas –como fue la Plaça de l ‘Escorxador, actual parque de l’ Escorxador de dicha ciudad- Poco a poco fueron apareciendo los mismos métodos de represión anteriores, pero combinados con el adoctrinamiento continuado de la población durante décadas y la apropiación paralela de rituales –como por ejemplo en Catalunya, la “Flama del Canigò”- por parte de las “autoridades”, junto con la política de reparto de subvenciones a las asociaciones vecinales –verdadero pacto diabólico- a fin de crear verbenas “anexas” y reguladas bajo control de la ”autoridad”, motivando el retroceso de las verbena de San Juan como paradigma y ejemplo de verbena libre y salvaje…. Vamos el triunfo de los amantes de la urbanidad y la forma de vida actual.
El último golpe de gracia ha llegado de la mano de las medidas adscritas a la “nueva normalidad”, que como su nombre indica es un eufemismo de vuelta a una dictadura, la cual controla cualquier evento que pueda representar una unión social, por lo que como cabe de esperar que ha de eliminar cualquier resquicio de las libertades pasadas y substituirla por una doctrina de mente colmena. Ahora bien, de nosotros depende que se salgan con la suya –sumiendo todas los riesgos y responsabilidades que conlleva, en aras de nuestra propia libertad– Dicho de otra manera y si por mi fuese, bajaría mañana por la noche –mientras escribo esto es la noche del 22 de Junio- a la calle con una tea encendida en la mano y me dirigiría a alguna plaza, descampado o cruce de calle, donde cabe de esperar que otras personas harían lo propio y juntando las teas de todos hacer una hoguera como símbolo de que la fiesta continuará y como enfrentamiento directo con esta autoridad represiva. Si es necesario se defendería la misma a pedradas y enfrentamientos propios de los años 70 de mi país…. pero como hoy por hoy esto no va a suceder, permitirme dar una idea de rebelión y continuidad de la fiesta… vallamos todos a la calle esa noche, a comer la tradicional coca y beber el tradicional cava de dicha fiesta, en compañía de personas afines y vecin@s… y, o bien entre los vecinos encendamos un fuego en una barbacoa o encendamos un vela y hagamos la tradicional quema de deseos en el fuego, todo ello bajo la luz de las estrellas de la noche más mágica del año y bajo el humo protector que dice la tradición que genera el encendido de hogueras y velas esa noche….
¿Quién sabe si gracias a ello podemos contribuir a que la dimensión mágica de dicha noche no caiga y el mal no se apodere de nuestro mundo?
Ecland Sabiduria Ancestral 