Vaguada del Encinar en Castropodame…. donde la esencia del lugar se ha mantenido contra el deterioro.

En entradas anteriores y en otras secciones e referido como la observación y la abertura de la percepción, invita a captar la esencia de un lugar determinado, lo que transmite y sobretodo la sacralidad propia del lugar… además de como el mismo ha influido en dar una dimensión sagrada con la Tierra, a pesar de la transformación humana del paisaje y en muchos casos, el consiguiente deterioro.

Un ejemplo lo tenemos en la vaguada que hay en el camino de ascenso a la cueva del Corralón – coordenadas GPS 29T. 707960, 4716110- en el municipio Leonés de Castropodame, en la comarca del Bierzo -Castilla y León, en España-

Para iniciar este itinerario tenemos que situarnos en el cementerio de dicha localidad y tomar la pista asfaltada que sale a nuestra izquierda, en el sentido de la marcha. Al ganar altura y seguir las indicaciones caseras de madera que nos conducen al lago del Encinal, ascendemos encontrando a nuestra izquierda y casi a ras del suelo, una galería cegada de la antigua explotación romana aurífera. Seguimos ascendiendo, adentrándonos en el valle conocido como «El Encinal«. Cuando la pista cruza la vaguada, dejamos la pista asfaltada y seguimos por la pista forestal de tierra que sale de frente, la cual pasando por el lado de unas colmenas y unos viejos castaños, nos conduce al lago de El Encinal, el cual no es más que un viejo depósito de lavado aurífero romano.

Al continuar la marcha dejando el lago a nuestra derecha, encontramos un pequeño claro con unos asientos de madera bajo unos abedules. En este punto, la pista se transforma en un sendero que en una pendiente fuerte nos lleva hasta un lugar totalmente mágico, donde el nacimiento de una surgencia de agua da una configuración especial a los restos de un bosque primario, el cual nos invita a detenernos y observar cómo era el conjunto del valle, antes que las explotaciones mineras romanas lo transformasen. No obstante, pronto sentimos que al margen del ejercicio de observación y percepción sugerido, el lugar emana una fuerza invisible que casi nos hace sentir incómodos. Si abrimos nuestra percepción, el lugar nos está hablando en cierta manera y pronto veremos que fue un lugar sacralizado en la antigüedad, el cual a pesar de las transformaciones, mantiene viva su atmosfera primigenia. Un consejo: observar también la configuración de la vegetación y la existencia de sonidos propios de la Naturaleza.

Llegados a este lugar vale la pena continuar ascendiendo por el valle, debido a que cuando llegamos a la cabecera del mismo, vemos la intensa transformación del paisaje motivado por la explotación minera romana, hace unos 2000 años. Al llegar a un pequeño claro bajo unas peñas de cuarcita roja -en la que podemos ver la entrada a la cueva del Moro- giramos 180º a nuestra derecha y atravesaremos una escombrera de pizarra rosada, llegando a una hoya artificial en el terreno. Al bajar al fondo de la hoya y girar a su vez a nuestra izquierda, podemos dirigirnos a la base de una pared rocosa. En una esquina de la misma, se puede apreciar una galería, la cual nos llevaría a su vez a otra mucho mayor, en el interior de la montaña, pero debido a los desprendimientos es TOTALMENTE DESACONSEJABLE EXPLORARLAS–

Si seguimos subiendo desde el borde de la hoya hacia los roquedales rojizos -señal inequívoca de presencia de hierro- llegamos a la base rocosa donde podemos ascender a la Cueva del Corralón. No obstante debido a que tenemos que trepar, lo peligroso del terreno, la mala señalización y la falta de exploraciones y prospecciones espeleológicas del lugar, recomiendo no intentar ni tan solo la ascensión a la entrada.